Nueva vida - Jessica Michell Grano Morales


Ahí estaba yo un día de junio del 2014 creyendo que todo saldría bien. Ese día fue el único en el que no pensé en la muerte de mi mejor amiga, ocurrida varias semanas antes. Había buen clima y buenas vibras en el aire, pero no era una fecha cualquiera, se celebraba mi fiesta de graduación de la primaria. Estaba muy feliz, iba a entrar a la secundaria y comenzaba una “nueva vida” en una casa diferente, en un lugar diferente con gente nueva. Ilusa yo, que creí que podrían pasar tantas cosas buenas en un solo día. 

Inicié la mañana poniéndome un lindo conjunto. Mi mamá me había trenzado el cabello y me veía linda. Llegué a la fiesta y me reuní con mis amigas, bailamos y comimos comida chatarra como si no hubiera un mañana. Después volvimos a bailar y jugamos con globos llenos de agua. Fue un día muy divertido. Jamás imaginé que no volvería a hablar con esas amiguitas de la primaria, a pesar de que nos reencontramos luego en la secundaria y preparatoria.


Al finalizar la fiesta regresé con prisa a mi casa. Tenía la tarea de terminar de empacar mi ropa y muebles para mudarme a mi nuevo hogar, junto con mi mamá y mi padrastro. El camino fue peculiar, ya que yo iba empapada de agua por el juego con los globos y usé el transporte público. Fue chistoso como mojé a las personas que se sentaban junto a mí, y probablemente los que se sentaron después en el mismo asiento se mojaron el trasero. 


Cuando llegué mi madre ya tenía listo el carro con muchos muebles encima. Parecía el castillo de Howl del estudio Ghibli. Se notaba que no habían pensado muy bien como acomodar todo. Con la misma espontaneidad yo me hice espacio dentro del carro para poder sentarme debidamente. No obstante, en ese momento me dio hambre, así que fui por más comida chatarra para el camino. Al entrar al carro por segunda vez me percaté de que no me podría poner el cinturón, pues ni siquiera había asientos. Mi madre retacó de cosas a más no poder y como bonus me dio un hacha para que la acomodara... por ahí. Yo estaba feliz. ¡Finalmente nos íbamos de esa casa tan pequeñita en la que no cabíamos!


En la ruta hacia nuestra nueva casa todo iba muy tranquilo. Yo comía, escuchaba música mientras veía el mar por la carretera Escénica, y oía a mi mamá platicar con mi padrastro. Todo estaba tranquilo y sereno hasta que escuché unas llantas rechinar. En un segundo mi cabeza golpeó la ventana y las cosas se me venieron encima. Escuchaba a mi padrastro gritar en desesperación por no poder controlar el carro y, de repente, el auto comenzó a dar vueltas y vueltas. Sentía que volaba, todo a mi alrededor se estaba destruyendo. Yo lo veía y no podía hacer nada al respecto.


El carro paró después de varias vueltas. En un parpadeo de ojos vi a mi madre debajo de mí. Nos separaba el vidrio de un mueble. Recuerdo, como si fuera ayer, la escena donde yo golpeaba el vidrio con mucha desesperación y fuerza para que mi mamá despertara... y lo hizo, despertó.


Los momentos que siguieron fueron de película. Demasiadas personas se pararon en medio de la carretera. Rodearon el automóvil y rompieron las ventanas para sacarnos a nosotros. Sin embargo, en el momento que quise moverme, no pude. Pasaron muchas ideas por mi mente en un segundo, ideas muy extremas. Solo volteé a ver mis piernas y estaban destrozadas, llenas de sangre. Mis rodillas ni siquiera se distinguían realmente. Por un momento creí ver un hueso de mi pierna a través de una profunda herida. 


Unos minutos más tarde ya estaba fuera del carro, gracias a un señor que me sacó y cubrió mis piernas, las cuales se veían asquerosas. Otros cinco minutos después estaba arriba de una ambulancia en camino al hospital.


El colofón de mi día resultó ser ese evento tan desafortunado, pero como dicen “la calma viene después de la tormenta”. Eso es cierto. El accidente automovilístico fue como un tornado en el que las cosas volaban a mi alrededor. Mas nadie sufrió daños irreparables, nadie murió, y eso es un milagro pese a la situación. Yo no pude caminar durante dos meses por el daño en mis piernas, pero ahora lo hago así que no hay lamentaciones. En los dos meses que estuve encerrada en mi casa pensé demasiadas cosas y mi mentalidad también cambió. Decidí hacer cambios en mí. He tenido otras experiencias negativas en mi vida pero esas son más fuertes de contar.


Publicar un comentario

Copyright © Tijuana cuenta. Designed by OddThemes