Sí, así fue mi primer beso - E. Pérez López



 ¿Por qué estás aquí?, ¿no deberías estar haciendo algo más importante?, recuerda que el tiempo es lo más valioso que tenemos, ¿por qué lo gastas conmigo? ¿En realidad te interesa tanto mi historia? ¿Crees que valdrá la pena? Pues déjame advertirte que no lo vale, no es la típica historia que te deja una enseñanza, así que vete, no te recomiendo leerla, seguro vas a querer regresar el tiempo para no haber estado aquí y no podrás, huye mientras puedas.

***

Escuché vibrar mi celular, el número era desconocido. "Son las 7 de la noche ¿Quién podrá ser?", fue lo primero que pensé, entonces contesté la llamada: "Hola Axel soy Ximena, te estoy esperando aquí afuera, me acompañó una amiga para venir a verte, ¿estás disponible?". Yo, sin saber qué responder, le dije: "Sí, claro, vaya…que sorpresa no esperaba que vinieras hoy, no me habías comentado nada, en un momento voy". En el fondo sabía que no estaba disponible. Ella con voz temblorosa me respondió:  "Está bien, te espero acá afuera". 

Cuando colgué la llamada sentí que todos mis pensamientos y emociones estaban en caos, mi corazón latía muy rápido, sentía que se me saldría del pecho, comencé a ponerme nervioso. "¿Qué hago? No estoy preparado para verla, ni siquiera me arreglé" fue lo que pasó por mi mente. Aún no terminaba mis horas diarias de servicio social comunitario, pero tenía que estar ahí para ella.

Yo hacía servicio social todas las tardes en una institución pública dedicada a fomentar la cultura. Iba ahí al salir de la escuela. 

Ella y yo llevábamos rato de conocernos pero sólo habíamos hablado por mensaje, ya que ella iba a la escuela en la tarde, por lo que nunca había tenido la oportunidad de conocerla en persona. Antes habíamos cancelado varias citas porque no coincidían los horarios; pero esa noche estaba ella, esperándome ahí afuera. 

No podía desaprovechar esa oportunidad, así que me escapé, me armé de valor y sin pensarlo dos veces salí a verla. Era una chica delgada, estatura promedio, cabello negro corto y ondulado, ojos oscuros bellísimos, labios delgados, piel de tez morena clara y sonrisa encantadora. Era más hermosa de lo que podía imaginar. 

Me sonrió y me dijo: “Disculpa por llegar de imprevisto, es que salí temprano de la escuela y quise venir a verte. Ella es mi amiga, se llama Valeria, me prestó su celular para que te avisara que estábamos aquí”. Valeria era de ojos claros, piel blanca, estatura promedio, cabello lacio y rubio. La saludé y me saludó, después dijo que tenía que irse y nos dejó solos.

Ahí estábamos los dos afuera de dónde yo hacía servicio social, no sabía qué hacer, estaba demasiado nervioso. Era una noche serena, así que la invité a caminar, entramos a una multiplaza, pasamos por varios negocios, me dieron un volante de ropa de mujer pensando que era mi novia. Después se me ocurrió la idea de cenar juntos. Nos sentamos en unos comedores y la miré. Su cabello era simplemente hermoso, le dije que me encantaba. Me sonrió, se sonrojó y me dijo gracias. Ella seguía nerviosa, tanto que rompió en cachitos pequeños el volante de ropa que nos habían dado.

Verla me causaba demasiada ternura. Le pregunté si ya había comido. Ella me respondió que comería llegando a su casa para que no la regañaran, pues no había pedido permiso para salir. Me pareció de mala educación comer sin que ella estuviera comiendo, así que no pedí nada, sólo compré un agua de Jamaica para ella y seguimos hablando.

Me contó que tenía problemas en la escuela respecto a sus calificaciones, observé que eso la hizo sentir mal así que le levanté el ánimo. Ella sonrió. Verla sonreír me hacía sentir tan feliz, no podía permitir que nada ni nadie le quitara esa sonrisa. El tiempo pasó y la noche oscureció más. Ella me comentó que no tenía mucho tiempo ya, debía llegar a su casa a la hora de siempre o sus padres le empezarían a hacer preguntas y se molestarían. 

Decidí acompañarla a tomar el autobús hacia su colonia. Íbamos caminando, me detuve, la miré a los ojos: brillaban con mucha intensidad, parecía que dos estrellas hubieran bajado del cielo y se encontraran en sus pupilas. Le dije lo hermosa que me parecía. La tomé de la mano, era el momento perfecto para demostrarle lo que sentía. Acaricié su rostro suavemente, sostuve su quijada, ella correspondió el trato, me acerqué a sus labios, cerró los ojos, yo también los cerré y la besé. La sensación fue indescriptible, me sentí el hombre más feliz del mundo, era nuestro primer beso, en un encuentro espontáneo pero muy especial. Después de tantas dificultades para vernos por fin había ocurrido. Le sonreí y ella me sonrió. Volvimos a besarnos. Sus labios eran cada vez más dulces y suaves, era como estar en el cielo, no quería que ese día acabara nunca; pero ella tenía que irse.

Llegamos a la parada del autobús, a lo lejos ví que venía el transporte, así que me despedí de ella. Nos volvimos a besar, quién diría que esa sería la última vez que lo haríamos. Tomó el autobús y se fue…


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