El apartamento de mi madre - AGRC




Frente a la playa hay cuatro muros compuestos de tabla-roca, concreto y bloques. Es el quinto departamento que tiene mi madre desde que dejó de vivir conmigo. Forma parte de un complejo con amplios apartamentos compartidos que por fuera parecen ser una gran casa. El suyo está en el piso bajo, tiene 3 bicicletas afuera y una hamaca de colores. No suelo tener el deseo de visitarla, pero últimamente la condena de los genes me hace, inevitablemente, volver.
Me paro frente a su apartamento. Es blanco con adornos verdes y en la entrada hay un cactus de dos metros. Toco la puerta de madera y ella me deja entrar por el portón.
Tras saludarnos, me abre la puerta de cristal que está en la cocina y entro. Las paredes son muy blancas y las ventanas dejan entrar una luz cálida que me parece agradable. Por curiosidad me acerco a ver las fotografías que tiene en el refrigerador. En ellas estoy yo hace tres años con mis hermanos en la fiesta del primero de enero.
Se escucha a lo lejos la canción “Makambo” de Geoffrey Oryema. Hay un olor a incienso que inunda el espacio. Yo solo trato de sonreír y sentirme cómoda. Ella me ofrece una taza de té y yo accedo con la cabeza.
Es mi casa/oficina me dice.
Ya vi. Me gusta, es grande.
Sí, los niños pueden jugar, hay un jardín muy grande, deberías salir a verlo, ahorita te llevo tu té.
Salgo. El jardín es en realidad grande. Tiene árboles frutales de durazno, limón y plátano, unas cuantas hierbas de olor para la comida y otras dos hamacas colgadas.
Te dejé el té en la mesa, voy a contestar unos correos— me dice.
Entro y comienzo a recorrer todo el piso. Me inmiscuyo en la intimidad de las dos habitaciones. Hay un closet de madera, una cama, un escritorio y un buró en cada una. Ambas tienen ventanas amplias, una con vista al jardín. Mi hermana pintó un mural verde menta con dibujos tropicales, palmeras y flores en una de las paredes de la habitación de mi madre.
Paso al baño a lavarme las manos. Tiene una curiosa loseta con dibujos hindú y varios espejos. El viento entra por una pequeña ventana que está al lado de la bañera. Salgo y busco el té sobre la mesa. La taza tiene un grabado de flores. Ella me ha servido té verde, mi favorito.


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