Un día de mi vida - AGRC




Hoy, 12 de Junio del 2018, estoy parada al frente de una multitud con más de dos mil estudiantes preparatorianos. Sus manos cargan pancartas, otros tienen consignas y playeras con una frase que dice: “Diana te vamos a encontrar”. Hay padres de familia repartiendo volantes. Respiro. Me está cegando el sol mañanero. Son las 9:30 a.m., intento recordar cómo empezó esto, cómo inicié esto.
Era un Domingo: 10 de junio del 2018. Revisé mis actualizaciones de Facebook y vi un flayer que decía: “Diana Piggeonountt desapareció el 8 de junio cuando salió de la Preparatoria Federal Lázaro Cárdenas, ayúdanos a localizarla”. Empecé a sentir una incomodidad en el pecho. Busqué las notas de los periódicos locales y vi más publicaciones sobre ella.
El periódico Frontera y El Mexicano decían: “Diana Piggeonountt de 15 años se contactó por última vez con su familia el viernes a las 10:00 horas, así lo mencionó su hermana Diana Gómez. La familia reportó que ya levantó la denuncia correspondiente a las autoridades y ya están en movilización para encontrarla.”
Diana cursaba el segundo semestre de preparatoria. Vi sus fotos. Tez blanca, cabello castaño obscuro, largo, estatura media. Habían pasado dos días y no había rastro de su paradero. “¡Alguien debería hacer algo, Andy!”, exclamó mi madre al pasar frente a mi monitor. 
Yo no pude sacarme su frase de la mente. En cuestión de un click, ya había creado un evento en Facebook, “Movilización por Diana”, el 11 de junio del 2018 a las 16:00 horas:
Se convoca a la comunidad estudiantil, ciudadanos y organizaciones en general, a participar en la movilización  por el caso de Diana y todas las desapariciones y casos a los que no se les ha aplicado la justicia. Se convoca a que asistan a la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) para manifestar de manera pacífica la inconformidad ante las olas de violencia que aquejan nuestra ciudad. La desaparición de la compañera de la preparatoria ha movilizado a gran parte de la población estudiantil en su búsqueda por redes sociales, pero es momento de que la sociedad organizada haga presencia y exija por las múltiples desapariciones y asesinatos que van del año. Es momento de que las autoridades den respuesta a los crímenes y la violencia en la que vive Tijuana. (Se solicita que asistan con carteles y vestidos con prenda blanca) TE VAMOS A ENCONTRAR DIANA! NO MÁS FEMINICIDIOS, NO MÁS DESAPARICIONES, NO MÁS MUERTES, NO MÁS VIOLENCIA. El pueblo merece justicia!
Habían pasado 25 minutos desde que publiqué el evento y yo ya tenía confirmados más de 200 asistentes, 20 mensajes, 10 solicitudes de amistad y dos notas en el periódico Frontera.
Ya había asistido a manifestaciones con anterioridad, pero nunca como organizadora de estas. Hoy, estoy aquí parada frente a una muchedumbre. ¡Qué gran problema! Alguien me grita: “Ya son las 10:00 a.m., deberíamos avanzar”. 
Entre la multitud, hay profesores, padres de familia, y medios de comunicación. Una chica se acerca  y me abraza. “Gracias, gracias -repite continuamente-. No sé qué habría pasado si no hubieras hecho esto.” Abrumada  y sorprendida, sólo le digo: “Esto es para ti, para mí, para nosotros como estudiantes, no quiero que me agradezcan, quiero que demos el ejemplo para los demás, los que vienen después de mí.”
Contesto un par de entrevistas. El carro que marca la salida avanza. El director de la escuela trae el megáfono. Se escuchan los gritos de la comunidad estudiantil fulminando en lo que probablemente es su primera manifestación. ¡Qué privilegio el de ver los rostros de mis miles de compañeros pidiendo lo mismo: Justicia!
Ahora yo traigo el megáfono, mi corazón se acelera: “Diana,  no serás una más, te vamos a encontrar. ¡Jaguares! ¡Presentes!”.
¿Cómo comencé esto? El director me mandó a llamar. Entré a su oficina junto con su hermano, profesor de filosofía. Uno de ellos dijo: “Andrea, hay que cambiar el día, si quieres que vayan todos debes cambiar el día. Son menores de edad, la mayoría no pueden salir sin permiso, sus padres deben estar informados. Danos tiempo, lo podemos organizar.” No estaba muy conforme pero accedí. De cualquier manera lo haría. 
Recorremos todo el bulevar Aguacaliente y llegamos a la Procuraduría General de Justicia del Estado. La calle está atiborrada. Los periodistas me hablan al mismo tiempo que los directivos. Doy un discurso. Entro a la procuraduría y escucho a lo lejos: “Posen para las fotos, acomoden los carteles”. Me regreso y grito: “Nadie viene aquí a tomarse fotos, compañeros. Hagan caso omiso. ¡Recuerden a qué vinieron!”
Una profesora me dice que una comisión de siete personas podrá entrar a la oficina del subprocurador, e insiste: “Tú debes estar allí, tú hiciste la marcha”. Entro. Seis personas y yo nos sentamos. Cierran las puertas. Sólo alcanzo a ver cómo los medios saturan la salida.





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