Rostro al desnudo - D. J. V. G.

14 de septiembre, 2018.

Era media noche, regresaba con Helena a nuestra casa. Estaba cansada de estar buscando por media ciudad un nuevo empleo. Las vacantes que ofrecían en los periódicos no me satisfacían. El miserable finiquito que me dieron después de renunciar de mi antiguo puesto lo perdería en una semana. 

Llegamos. Estaba algo molesta por los malos comentarios que había escuchado unas horas atrás ¿Les interesaba algo si estaba tomada de la mano con mi amada? Helena y yo nos fuimos a dormir.

Un olor fuerte me despertó en medio de la madrugada. “Gasolina” pensé. me levanté de golpe de la cama y abrí la puerta. El olor era tan fuerte que por un momento creí que robaban gasolina de algún coche cercano. Me ganó la curiosidad y quise mirar si había algún ladrón por ahí. Estaba a punto de salir cuando vi que justo en la entrada de la casa había un gran charco de gasolina. Asustada, pensando que dentro de poco alguien aventaría un cerillo encendido al charco, desperté a Helena y llamé a la policía.

Mientras esperábamos a la llegada de la patrulla hablamos sobre la causa por la cual querrían quemar nuestra casa. Pasó más de una hora y la maldita policía aún no llegaba. Creíamos que nunca se presentarían, así que decidimos quitar la gasolina a manguerazos. Después de quince minutos vimos a la patrulla llegar. Les explicamos a los oficiales la situación. Ellos luego nos interrogaron individualmente. Helena mostraba algo de nerviosismo al responder, mientras yo respondía con seguridad, pero me sentía un poco impactada por el suceso. Los oficiales nos dijeron que tomarían cartas en el asunto, pero no fue así.

25 de septiembre, 2018.

Volví a casa en la madrugada. Regresaba de mi nuevo empleo y me sentía muy agotada, así que me fui a dormir. Helena ya se encontraba dormida. No había pasado mucho tiempo desde que me acosté cuando sonó la alarma de incendios.

Me asusté, estuve a punto de quedarme perpleja, pero actué rápido. Desperté a Helena y corrimos a toda velocidad a ver de dónde provenía el humo. Se sentía demasiado calor en la sala y vimos que el humo entraba por las orillas de la puerta. Era obvio lo que sucedía. Rápidamente llenamos ollas con agua y arrojamos el agua a la puerta, antes y después de abrirla para evitar algún accidente mayor.

Las llamas no paraban, faltaba poco tiempo para que se pudieran quemar otras cosas en el interior de la casa. Después de unos minutos finalmente apagamos el incendio. Estaba llena de rabia y tenía ganas de llorar, pero me contuve. Volvimos a llamar a la policía. Llegó muy tarde y nos hicieron preguntas parecidas a las de la noche pasada. Los oficiales decidieron patrullar ese día. No dormimos ni fuimos a trabajar. 

Al medio día fui a la tienda de abarrotes que se encuentra casi enfrente de mi casa. Le expliqué mi situación a la encargada y le pregunté si me podía enseñar las grabaciones que capturaba su cámara oculta. Lo hizo. En la pantalla de su computadora se mostraba la misma imagen de la calle solitaria. Cuando el reloj de la grabación marcó la hora 03:47 a.m. aparecieron al inicio de la calle dos siluetas, un hombre y una mujer, dirigiéndose a nuestra propiedad. Mi casa no se veía en el encuadre, sin embargo, después de un par de minutos se mostró el reflejo del incendio en las paredes de las casas y éstos dos vándalos corrieron hasta desaparecer del lugar.

Estaba tan enojada que quería golpear la pantalla. La encargada nos copió esa parte del video en un USB. Con eso, junto con fotos de las puertas quemadas y nuestros testimonios, mi Helena y yo fuimos a la PGJR a levantar una denuncia. Ahí mismo trabajaron en los pixeles del vídeo que obtuvimos. ¡Sorprendente! Los rostros de los vándalos eran claros.

No reconocí a la mujer, pero sí al hombre. Aquel maldito era mi antiguo compañero de trabajo, una de las personas por las que renuncié a mi puesto, después de oír tantos comentarios, maltratos y burlas hacia mi economía y orientación sexual. Él me hacía sentir muy mal y me creaba malos pensamientos. Lloré, creí que nunca dejaría de seguirme. En la estación de policía me dediqué a buscar su perfil de Facebook con la cuenta de Helena (ya que a mí me había bloqueado) para mostrarle su rostro a los oficiales. No sabía su dirección, pero sí dónde trabajaba. Esto tardó unas cuantas horas. 

26 de septiembre, 2018.

Mandaron patrullas al edificio en donde ese estúpido trabajaba. Los oficiales nos notificaron que él y su esposa habían sido detenidos. Ella era la mujer que lo acompañaba. ¿Qué retorcida razón los llevaría a ese extremo, a pasar de la discriminación a la delincuencia?


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