Bonita - P. Y. C. G.

Es repugnante cada vez que recuerdo cierta época de mi infancia, es como viajar en una máquina del tiempo dentro de mi mente hacia al pasado, para caer en la cuenta de cómo hasta la misma familia te puede hacer daño hasta el punto de quebrantarte totalmente. Y no me refiero a mis padres, porque ellos siempre han hecho hasta lo imposible para que mis hermanos y yo estemos bien en todos los sentidos, pero desafortunadamente dentro del significado de la palabra familia se contemplan también a las personas con las que tenemos algún parentesco de sangre o legal.

Por desgracia mi niñez no fue tan plena, dos crueles personas de mi familia se enfocaron en derrumbar mi perfecto mundo color rosa para convertirlo en un lugar desierto y sin color. No es normal que la autoestima de una pequeña se arrastre como serpiente por los suelos, pero nadie se imagina el sufrimiento con el que yo crecí por dentro. La mayoría del tiempo pensaba que todos estarían mejor si yo no estuviera desperdiciando aire para respirar, pues eso me afirmaban; así que cada noche, cuando llegaba el momento de dormir, empujaba mi rostro fuertemente contra la almohada aguantando mi respiración esperando resultados. No es normal ese tipo de acciones en  una niña de 6 años, pero así crecí, anormal.

Tal vez no fue mi culpa, o tal vez sí, se aprovecharon de mi cariño para perjudicarme. Aparentemente ante todos yo estaba bien, no había ningún problema. Creo que ningún niño lo tiene pues son como miel dentro de un panal, sin malicias, reciben puro amor. Mi realidad no era así, pero no me atrevía a hablarlo con nadie porque temía. Desde entonces fui aprendiendo a quedarme callada y guardar mis sentimientos.

El daño psicológico es aún peor que el físico, cuando me golpeo, la piel se regenera y con el tiempo sana; en cambio, la situación mental no fue así, las heridas no cerraron, son incurables hasta la fecha, no te permiten creer en ti ni en tus capacidades. Hubo un bloqueo completo en el crecimiento de mi persona, y lo peor de todo es que los pensamientos aún me persiguen como demonios, atormentándome a cada paso que dan las manecillas del reloj.


Lo extraño es que, después de las atrocidades que me hacían creer de mí, yo solo quería agradarles a esas dos mujeres, yo pedía a gritos un comentario agradable que proviniera de ellas, pero parecía imposible. Les desagradaba tanto que no podían ni siquiera fingir. Me desgasté mucho tiempo pensando que podrían llegar a quererme, así iban a dejar de molestarme y todos viviríamos felices, pero las cosas no fueron así. Frente a mis padres y los demás decían adorarme, pero cuando no había nadie se encargaban de hacerme la vida triste, siempre sabían a la perfección de qué  manera atacar.

Al momento de llegar a la adolescencia el problema fue más fuerte, me echaban en cara que yo no cumplía con los requisitos para ser “bonita”.  Con la poca  autoestima que yo cargaba desde mucho tiempo atrás, a mí eso solo me destrozaba más. Me miraba al espejo y me daba asco la persona que yo era. Me decían que no tenía el peso adecuado, así que empecé a dejar de comer y comencé a  inducirme el vómito. No tenía cara bonita, así que aprendí a maquillarme. No servía para nada y empecé a subir mis calificaciones porque sería lo único seguro que tendría en un futuro. Dejé  atrás mis pasatiempos porque de todos modos yo no era buena en ninguno de ellos.

Hiciera lo que fuera, yo no era aceptada por ellas y necesitaba su aprobación desesperadamente. Todo el tiempo sufría en silencio. Yo ya no aguantaba las críticas  e intenté más de diez veces partir de este mundo, porque tal vez sería la única manera de acabar con el inmenso estrés que me taladraba la cabeza cada mañana que me levantaba. 

Por alguna milagrosa razón, personas que aprecio se dieron cuenta de la situación. Afortunadamente pude abrirme con ellas y me ayudaron muchísimo. No reflexioné rápido, sigo en proceso para abrir completamente los ojos. Muchas ideas aún  siguen dando vueltas en mi cabeza, pero puedo darle las gracias a mi círculo afectivo porque es la razón por la cual hoy estoy aquí, tratando de superarlo todo, demostrando a las personas que me hicieron daño que no soy lo que piensan de mí, y ya no lo hago  para caerles bien, sino para aceptarme a mí  misma, porque hay muchas cicatrices en mí todavía.

Espero que mi situación no sea común, porque el sentirte insuficiente es un dolor inmenso, y disimularlo es aún peor. Es terrible vivir en depresión todo el tiempo a causa de no agradarle a los demás. Lo triste es que yo era pequeña como para saber ignorar comentarios negativos, me tomaron en mi etapa de fragilidad y la situación solo se fue agrandando. Hay que ser muy seguros, crear un escudo que ni una espada pueda atravesar y eso nos permitirá crecer. Ser felices con nosotros mismos va a transmitir felicidad y evitará que te lastimen.  Es lo que ahora yo hago, sé que muchas cosas no podrán ser borradas, pero al menos evito que alguien más vaya a lastimarme. Decidí no tomar en cuenta los estereotipos de belleza -ya que fue algo que me dañó mucho-, porque no soy perfecta ni cerca estoy de serlo, soy humana, pero sí me he dado cuenta de que valgo mucho, y no por como me vea, sino por lo que soy. He reflexionado mucho y no hay que dejarnos influenciar, porque nadie más va a ver por nuestro bien, solo  nosotros mismos.


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