Aún no terminas - F. S. Ortiz Balcazar


En julio de 2019, con aquel significativo, y hasta ahora único, calor de verano, enfrentaba varios cambios en mi vida. Poco tiempo después de haber egresado de la preparatoria, recibí la noticia de que no había quedado seleccionado en la universidad. 

Acababa de vivir una de las mejores etapas de mi vida en la preparatoria a la que asistí durante 3 años, y en donde disfruté las mejores experiencias de mi adolescencia. No sabía qué me preparaba el futuro, mi mejor amigo y mi novia (ahora ex –novia) habían quedado seleccionados, y para colmo, en el mismo salón. Me sentía tan estancado que intenté hacer de todo para no sentirme así, y una de esas cosas fue encontrar un empleo.

Comencé a trabajar en un McDonald’s. Irónicamente, este empleo me hacía recordar ese amargo momento de mi vida todos los mañanas. No estaba seguro de qué me esperaba en esta nueva etapa, acababa de egresar y siempre me había dedicado a estudiar, excepto el poco tiempo que dediqué a unos cuantos trabajos que no requerían de un currículum. 

No tardé en tener mi primer conflicto en mi nuevo empleo. Estuvo relacionado con las reglas de vestimenta. Yo no aceptaba la idea de tener que cortar mi cabello, que ya llevaba tiempo cuidando y cultivando, sí, como una planta. Como pude, me las ingenié para poder pasarme por alto las leyes, y con más de tres botellas de gel en mi cabeza pude laborar sin ningún problema. 

El primer día fue una montaña rusa llena de emociones, ya que me enviaron directamente a cocina, en donde tuve que preparar hamburguesas al mismo tiempo que aprendía a hacerlas. Estaba tan agobiado por todas las tareas que tenía que hacer con tan poca capacitación, que sentía que quería explotar del estrés; pero de un momento a otro tuve la ayuda de un capacitador que, hasta el día de hoy, considero, uno de mis mejores amigos. Él me ayudó a memorizar y agilizar el proceso en todos los ámbitos del trabajo.

La hora de la comida fue un momento de reflexión para mí, ya que aún estaba en conflicto porque sentía que tal vez, solo tal vez, no estaba llegando a nada en ese momento de mi vida. El día pasó sin más problemas. Me encontraba a pocos minutos de finalizar mi primera jornada, sacaba la basura por la parte trasera del restaurante y mientras apilaba las bolsas me detuve a mirar las luces de los carros que pasaban por la carretera. Estaba todo tan silencioso, parecía que yo era un invitado ruidoso en una biblioteca, sentía tanta calma... pero de la nada fui interrumpido por mi gerente, con unas palabras que hasta el día de hoy recuerdo: “Aún no terminas”. 

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