Cerditos - Y. O. G. M.



¿Quién diría que mis vacaciones iniciarían con un cerdo? Sí, leíste bien, con un cerdo. ¿Y que tiene que ver un cerdo con unas vacaciones? Pues es que llevo cinco minutos esperando a que el animal -del tamaño de una bicicleta para niño- se levante de la carretera para continuar el camino a casa de mi tío. 

Mi hermana cumplió quince años unos meses atrás, y pidió salir de viaje. A mi madre le pareció bonito que conociera donde creció… ¡Oh! mira, parece que ya se está moviendo.

Ahora estamos en un camión de pasajeros, mientras avanzamos a través de lo que parece selva, camino a Rio Grande, Oaxaca. No sé ni donde estamos, yo me dormí apenas nos subimos y no me desperté hasta que el camión frenó por el cerdo. Umm… parece que vamos llegando.

Creo que la peor parte de un viaje es cuando te tienes que bajar del transporte, quieres estirar las piernas, recoger tus cosas o simplemente  bajarte; pero no te puedes levantar, ya hay muchas personas paradas, y no pueden avanzar, porque nadie se quiere mover. 

Al fin logramos bajar -suerte que no trajimos muchas cosas- y ahí está mi tío. Le digo tío, aunque no es exactamente eso, es el hermano de mi abuela y no sé bien cómo decirle, así que eso es más fácil.

Nos subimos a un mototaxi. Nunca me había subido a un mototaxi, deberías hacerlo, no está mal, solo no tiene puertas. Parece que el pueblo es muy pequeño, el camino a su casa es muy corto. 

La casa de mi tío es muy bonita y algo verde, tiene muchos árboles. Mi hermana y mi mamá son las primeras en entrar. Nos reciben su esposa y su hijo. El niño no me cae tan bien, demasiado animado para mi gusto, soy más de quedarme callado pensando, que de andar jugando todo el día. Pero bueno, no diré nada, nos están dejando quedarnos en su casa. Nos dieron los cuartos de la segunda planta.

Creo que aquí va a hacer mucho frío, el lugar es alto, con ventanas grandes, hay una cama matrimonial, un ropero y ¡una hamaca! Es inevitable, debo subirme. No queda de otra, no me bajaré de aquí más que para comer. 

¡Que bueno que bajé a comer! Uff, mi tía cocina como no tienes idea. Voy por el tercer plato de sopes de carne y queso. Aquí al queso Oaxaca le dicen quesillo, es extraño, pero tiene sentido. Creo que sería extraño ir a comprar queso Oaxaca cuando todos los quesos que venden en la tienda son de Oaxaca.

Adoro esta hamaca, aunque comí demasiado y me da miedo que se rompa mientras duermo. 

Parece que las hamacas resisten mucho, me desperté y seguía colgando, pero parece que las hermanas no, porque me levanté por los estornudos de la mía. No duró un día sin que sus alergias la atacaran. Mi madre cree que es por el cambio de ambiente.

Parece que saldremos mañana. Al fin y al cabo tenemos un poco más de una semana.

Tal vez mañana. 

O mañana.

Mañana.

Nos fuimos después de cinco días.

No puedo negar que disfruté solo levantarme para comer, con excepción del día que me desperté para desayunar caldo de “pescado “, que por alguna razón sabía a pollo frito, pero terminó siendo una iguana. Ya sabía que había algo raro, pero estaba muy rico y eso lo supera todo. Cuando terminé de comer, todos me estaban mirando y me preguntaron qué era. ¿Qué querían que les dijera… pues pescado, no? No, resulta que el día anterior mi tío atrapó una iguana, la dejaron marinando o algo así y la cocinaron en la mañana. Solo me podía decir: estuvo rico, estuvo rico.

De acuerdo, dejando eso atrás, ¡estamos en Huatulco!

El mercado municipal es increíble, me encantan las manualidades. Mira esta rana de barro y... un puerco, demonios, está muy bonito.  

Estoy enojado con mi madre, no me dejó comprar nada porque en la capital todo es más barato. ¿Dónde  vas a encontrar algo más barato que cinco figuras por cien pesos? En Oaxaca, Oaxaca según mamá. 

¿Cómo crees? No fue un día desperdiciado, nadé en la playa más bonita que puedas imaginar. Aunque algunos peces daban miedo.

Ya estoy en la capital, mi vuelo sale en la noche así que tenemos el día para pasear. Pero hay prioridades ¿verdad? Tú sabes, comprar cositas… Lo decidí, quiero el puerco, aunque lo ideal sería regresar a Huatulco. ¿Qué crees que pasó? No, no se me olvidó nada, solamente que mi madre se equivocó y resulta que aquí venden las figuras a cien cada una. Lo puedes creer, si no le hubiera hecho caso tendría cinco figuras, y me sobraría para comprar algo más. Pero no, ahora solo tengo una. Tampoco me arrepiento, no te vayas a confundir, me aseguré de traer la más bonita, pero eso no quita mi enojo. Ni tampoco creo que lo haga la comida que mi madre me quiere comprar a cambio de su perdón.

Me retracto, sí que vale la pena comer aquí. Hubieras visto, llegamos al pasillo de carne, no se veía nada por el humo, pero, poco a poco nos adentramos y se iba dispersando, y se comenzaba a ver la carne colgada, y las mesas con canastas llenas de carne y todo olía tan rico. Estuvo delicioso, estoy en el aeropuerto y aún no se me quita el sabor. Aunque estoy feliz por eso, también me siento estafado. Una de las recomendaciones que siempre sigo, como persona que viaja frecuentemente, es “no compres en el aeropuerto, porque te quedarás sin dinero en un instante”. No obstante, esto es pasarse, no lo creo. Se supone que todo es caro aquí, incluso más que en la capital, sin embargo aquí también venden cerditos a ¡cinco por cien!


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