Home viaje Un tráiler varado - ARV
Un tráiler varado - ARV
Clo 6:45:00 a. m. 0
Esta es mi historia de cómo terminé en un tráiler varado en el medio de la nada por tres días en Estados Unidos con poca comida, sin un baño y con solo 20 dólares en el bolsillo.
Mi padre es trailero y su trabajo consiste en cruzar mercancías a Estados Unidos; a lugares como Los Ángeles, San Francisco, San Diego, entre otros. Así que tuve la idea de irme de viaje con con él para conocer esos lugares sobre los que me había hablado. A él le pareció una estupenda idea. Accedió, así que solamente tuve que planear cómo podría irme en el tráiler sin que se enterara la empresa donde trabaja mi padre.
Mi padre habló con su jefe y le comentó nuestra idea. Su jefe le dijo que estaba bien, pero que no se fueran a enterar los demás directivos y el gerente porque está prohibido subir gente a los camiones y cruzarlos por la frontera, pues ocasiona problemas serios. Con tener esto en cuenta decidimos hacer el viaje, ya que duraría menos de un día, nadie se iba a enterar de que yo iba a ir en el camión, pasaríamos por zonas muy bonitas y conocería cómo es un día de trabajo de mi padre. Aparte, vería lugares nuevos y pensé “¿qué podría salir mal?”.
Así comenzó, un sábado nublado y fresco, el día del viaje. Para tener una idea de qué tan lejos era, tardaríamos 14 horas de ida y vuelta solamente en manejar. El plan para poder ir con mi padre en el camión era que me cruzara solo por la garita de San Ysidro y decirle mentiras al oficial que te hace las preguntas típicas de “a dónde va”, “por qué motivo viene a Estados Unidos”, “que comprará”, hablándote con un tono para intimidarte como si hubieras hecho algo malo. No podía decirle al oficial lo que iba a hacer realmente, ya que está prohibido, por lo tanto, tuve que mentirle diciéndole que solamente duraría un par de horas porque me iba a comprar unos audífonos. Al cruzar la frontera, lo que seguía era esperar un par de horas a que mi padre cruzara el tráiler a Estados Unidos y por fin poder subir con él y emprender el viaje... pero las cosas salieron algo diferentes.
Llegué a la garita con frío y nervioso por el hecho de tener que mentirle a un oficial que se supone es experto en descubrir las mentiras, así que tenía que hacer mi mejor esfuerzo para mentir. Después de esperar uno minutos haciendo fila, por fin llegué con el oficial a un lugar muy silencioso y lleno de oficiales con sus lentes oscuros, siempre vigilantes de lo que sucede. La primera pregunta que me hizo fue: “¿A qué viene y por cuánto tiempo estará aquí?”. Respondí que estaría un par de horas y compraría unos audífonos. Por unos momentos siguió escribiendo en su computadora, hasta que me volteó a ver y me dijo: “¿Está diciendo la verdad?”. Pensé que había descubierto que le andaba mintiendo y me asusté, pero solamente le dije: “sí”; por lo que ya pude cruzar sin más preguntas a las 10:30 am. Ahora solo tocaba esperar a mi padre.
Estuve esperando a mi padre por 8 horas, pero siendo sinceros se me hizo una eternidad porque tenía que esperarlo en una plaza donde me iba a recoger, pero no había nada que hacer porque es una plaza muy sola. Lo peor de todo es que tenía muy poca pila del celular, por lo que no debía usarlo por si recibía alguna llamada. Fue aburrido todo ese tiempo libre, pero platicando conocí a varias personas que esperaban a sus seres queridos a que fueran a recogerlos, y mientras esperábamos, me contaban sus planes de vacaciones o alguna historia mientras comíamos algo.
Alrededor de las 6:00 pm, ya casi de noche, mi padre me marca para decirme que ya cruzó la frontera y que estuviera en el lugar que habíamos quedado. Caminaba hacia el lugar viendo como anochecía, el frío que hacía y el viento helado que no dejaba de soplar me hacía desear haber venido con un suéter, además de haber checado el clima antes de salir, ya que solamente tenía una camiseta delgada de color blanco y un pantalón negro. Temblaba del frío, pero cuando vi a mi padre haciéndome señas, rápidamente fui con él. Me subí al camión sintiendo una calma de que por fin, después de tanto tiempo de esperar y pasar frío, estaba en el camión caliente por la calefacción; pero lo mejor era saber que nos iríamos de viaje y sería otra aventura de padre e hijo.
La alegría nos duraría poco ya que solo estuvimos manejando por 4 horas aproximadamente por la vía rápida, cuando de repente el camión se apagó totalmente a 80 Km/h en la media noche y sonando una horrible alarma de advertencia de un problema. Era tan fuerte que parecía que sonaba el detonador de una bomba. Mi papá intentó volver a encender el camión pero no funcionaba, lo volvió a intentar y el resultado fue el mismo. Teníamos problemas con las luces y de los 5 carriles que había, nosotros nos encontrábamos en el del medio, así que tuvimos que irnos al carril de emergencia, pero no fue nada fácil, ya que para cambiarte de carril en un trailer grande de dos cajas ocupas bastante distancia entre los autos. En ese momento me asusté y pensé que íbamos a provocar un accidente o peor aún, que nosotros íbamos a tener un accidente.
Mi padre mantuvo la calma y logró estacionarse en el carril de emergencia sin ningún problema, pero para ser sinceros, el carril de emergencia era el más pequeño que haya visto en mi vida. De hecho, los compañeros de trabajo de mi papá no saben cómo logró estacionarlo correctamente a la primera en un espacio tan pequeño. Al terminar llamamos a la grúa de la empresa y dijo que estaría al siguiente día para el amanecer, pero fue mentira y tardaron dos días en llegar por nosotros.
Los dos días que estuvimos en el camión fueron eternos y calurosos, pero no podíamos dejarlo solo porque nos pondrían una multa grande. Teníamos que estar ahí en el camión 24 horas con poca comida, sin baño, y alrededor de nosotros no había nada, solamente autos pasando a grandes velocidades cerca de nuestro camión, haciendo que se moviera por el viento que generaban. El tema de la comida lo resolvimos al ver que a corta distancia caminando había un Burguer King donde, además, había baño. El lugar estaba algo lejos, así que cuando llegamos estábamos sudados y apestosos. Fui primero a comprar algo para comer y después fue mi padre. Para el tema del baño no fue un problema, porque teníamos botellas, pero también teníamos agua, jabón, desodorantes y teníamos para cepillarnos los dientes, por lo que nos mantuvimos higiénicos y limpios. No hace falta hablar del aburrimiento que hubo al esperar días.
Al final tuve que regresarme con un compañero de mi padre a Tijuana, donde mi madre me recogió en la salida de la garita de México. Me esperó en la puerta con una cara de preocupación, pero a la vez de felicidad de saber que su hijo se encontraba bien. Después me llevó a casa para descansar, pero también para hacer mis tareas de las clases que había perdido en la escuela. Varias horas después llegó mi padre para descansar. Me di cuenta que estas situaciones frustrantes las vive a diario mi padre, lo duro que es su trabajo y también lo peligroso que puede ser, pero lo bueno, al final, fue que nadie descubrió que iba en el camión.
Publicar un comentario