Pie quebrado - A.A. Cortez Olmedo


Tengo frío y es lo que me gusta del mes de enero, que hace frío aún. También estoy aburrida. El carro no prende y estamos yendo tarde a recoger a mamá del trabajo, porque ella sale a las 11:00 p.m. y ya son las 10:30. Definitivamente llegaremos tarde por ella, porque aunque estemos en casa de mis abuelitos, cerca del trabajo de mamá, no llegaremos a tiempo.

Lo que me gusta de esta calle donde viven mis abuelos paternos y mis tías, es que de aquí a ocho casas para abajo viven mis abuelos maternos y mis tíos. Mi tío Ramoncito (hermano de mi mamá) acaba de salir a pasear en bicicleta. Él ya está grande, tiene 17 años y me cuida mucho. Ojalá que me invite a dar una vuelta o si no yo le digo, al cabo, siempre paseamos juntos. Es muy divertido, porque subimos la calle y luego bajamos con mucha velocidad. Antes pasábamos entre los huecos que hay entre los topes, pero ahora cuando pasamos por topes los subimos y brincamos. Es tan divertido. 

Mi papá aún está intentando prender el carro y no puede. Aquí viene mi tío:

- ¡Ey, morrilla! ¿Damos una vuelta?

- Sí tío.- Volteo a ver a mi papá. -Papi ahorita vengo. 

Voy corriendo hacia mi tío, pero mi papá me habla.

- No Ayleen, es muy tarde y te puede pasar algo.

- No me va a pasar nada papi. Además, siempre hacemos esto. Y nunca nos pasa nada.

- No Ayleen.

- Ándale papi, vamos a tener cuidado y no pasará nada. 

- Okay. – Me dijo de mala gana.

Corro hacia mi tío para acomodarme en mi lugar. Yo siempre me siento en el cuadro (es el tubo que conecta el asiento y el volante) y mi tío en el asiento.

Estamos subiendo la calle y estoy muy emocionada. Llegamos a la esquina y damos media vuelta para bajar.

- ¿Lista morrilla?

- Sí.

- Agárrate pues.

Voy agarrada tan fuerte como mis manos me lo permiten y los pies me van colgando.  Nos dejamos ir. 

Mi tío comienza a dar más velocidad en la bajada. Pasamos el primer tope y brincamos. Aún nos falta más velocidad, no vamos lo suficientemente rápido.

- Tío, pedalea más rápido.

- ¡Ay, Ayleen! – Y le da risa. 

Comenzó a pedalear más rápido como le pedí. Pasamos el segundo tope y lo brincamos otra vez. Seguimos bajando, ya casi llegamos con mi papi, es solo un tope más. Me encanta esto de sentir el aire frío en la cara. Al ir tan rápido siento que vamos volando.

Aquí viene el último tope y allí mismo está mi papi esperándome. Por lo que veo ya arrancó el carro, eso quiere decir que ya iremos por mi mami. 

Lo brincamos y ahora sí “volamos”. Literalmente estoy volando.

Caigo de espaldas contra el suelo y me duele todo. Me estoy riendo. Levanto la cabeza y miro a mi alrededor. Estoy frente a la casa de mis abuelos y ahí está mi papi mirándome con cara de espanto. Mi tío Ramoncito está tirado a dos metros de mí y comienza a levantarse. Intento levantarme también, pero no puedo. Me pesan mucho las piernas y me duelen. Volteo a ver por qué no puedo y veo que tengo el pie izquierdo metido entre la horquilla y la rueda de enfrente de la bicicleta, y la bicicleta está encima de mi pierna derecha.

-¡¡Ayleen!!- Grita mi papá. Viene corriendo hacia mí, al igual que mi tío. 

Empezaron a salir mis abuelos y mis tíos de la casa porque escucharon el grito.

Estoy con dolor, pero no lloro. Quiero sacar el pie y no puedo, porque me muevo y me duele. Mi familia comienza a llegar con nosotros y van de regreso a la casa por herramientas para sacar la rueda.  Mi papá intenta sacar el pie con cuidado, ahora intenta sacar la rueda, pero tampoco puede. Está desesperado. Me voltea a ver y me dice.

- Perdón.

No entiendo por qué me lo dice hasta que siento un dolor tan horrible que me hace gritar y llorar tan fuerte como nunca lo he hecho. Mi padrino Gera (hermano de mi papá) me está agarrando. Mi tía Ale (hermana de mi papá) ayuda a mi papi.

Sacan la rueda, pero mi pie sigue atorado dentro de los radios. Comienzo a mover mi pie para sacarlo y duele cada vez más. 

Son las 10:45. Finalmente salió. 

Mi papi me lleva cargada hacia la camioneta, que al parecer la prendieron mientras me sacaban el pie de la bicicleta.

- Mijo- le dijo mi abuelito a mi papá- lleva a la niña al hospital.

- No.- Los interrumpí llorando. - Mi mamá nos está esperando y vamos tarde por ella. 

- Mi amor – me dijo mi abuelito entre risas – tranquila, va a ir tu padrino Gera por ella, y tu tía Ale los va a acompañar a ustedes.

Vamos en la camioneta. Mi papá va manejando, yo voy en el medio y tía Ale va en el asiento del copiloto sosteniendo mis pies. 

La camioneta se detiene y me cargan hacia adentro. Entramos y mi papá  dice:

- Ayuda, necesito ayuda.

La recepcionista que está en turno nos mira. 

- No atendemos urgencias en este hospital.

- ¿Qué? – dijo mi papá.

- Ya escuchó joven. Aquí no atendemos urgencias.

Vamos de regreso a la camioneta y nos vamos a otro hospital.

Después de unos minutos llegamos a otro lugar. Otra vez me bajan en brazos.

- ¿Me podrían ayudar?

- Claro, pero ¿qué tiene?

- Mi hija se lastimó el pie y …

- Disculpe que lo interrumpa, pero en este hospital no atendemos pies. Es mejor que la lleve ya a otro lugar. La Cruz Roja está a 30 minutos.

- Okay, gracias.

Vamos en camino a la Cruz Roja y hay algo de tráfico. Me está doliendo y siento que me punza.

Llegamos y me bajan otra vez.

Cuando entramos nos reciben y nos ayudan. Me pusieron en una camilla con rueditas y cuando menos lo espero, ya tengo a varias personas alrededor mío, pero entre ellos no está mi papá. Mientras entramos me inyectan algo y me quedo dormida.

Despierto y no miro a nadie a mi alrededor. Solo hay más niños en las camas de enfrente y los lados. Siento que me pican los ojos y se me salen unas lágrimas silenciosas. 

Llega una enfermera, me inyecta algo en la vena y se va. Me pesan los párpados y alcanzo a ver a mi mamá a lo lejos, pero se me apaga la luz.

Despierto y está mi mamá sentada a mi lado:

-Hola Mami.

Levanta la cabeza y me mira, me da un beso y platicamos. 

Es el tercer día que estoy aquí y ya me quiero ir. Al parecer hoy a las 6:00 ya me operan el pie y me podré ir.

Me están cambiando. Tengo puesta una bata de hospital verdecita y me llevan al quirófano. 

Mi mamá se quedó afuera, no la dejaron entrar.

Estoy sentada, los doctores me están haciendo plática para que no esté tan nerviosa y pusieron música relajada.

- Esta niña es muy valiente, porque siempre que le ponemos inyecciones aguanta y nunca se queja - dijo el doctor mientras me estaba inyectando la anestesia.

- Muy bien Ayleen - comenzó a decir otro doctor- ¿cuántos años tienes?

- Tengo 7. 

¿Tienes hermanos?

- Sí, tengo uno de tres años.

- Okay, ¿y cuál es tu color favorito?

- Es el morado.

- Y ¿cuál es tu …?

Me quedé dormida.

Despierto y estoy en un gran cuarto yo sola, pero detrás de una puerta de cristal alcanzo a ver a mi mamá muy lejos de mí.

Me sacan de este cuarto y me dan de alta del hospital.


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