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De 2 a 3 AM - L. E. Guzman Vega
Clo 4:45:00 a. m. 0
La semana pasada mi abuela vino de visita, yo la veía: era vieja, cabellera blanca, recta, con ojos cafés claros. Vino con el objetivo de cuidar de mi madre y quedarse un tiempo; se quedó en la casa de mi tía que vive al lado.
De noche mientras llovía, ya en la madrugada, me encontraba yo en esa litera de madera, sin poder dormir, observando los barrotes rojos de la ventana. Mi madre embarazada en el otro cuarto, mi padre dormido, mi hermano acostado en la litera de arriba.
Un momento después estaba a punto de dormir, pero oí un sonido de quejido de mi madre. Esto me levantó, el corazón me empezó a latir rápido. Mi padre fue el primero en salir de la cama nervioso. Yo sin saber que pasaba decidí salir para ver qué sucedía. Mi hermano a medio dormir se levantó, pero no pasó mucho tiempo para que se despertara completamente de golpe.
-¡Mi madre va a tener a mi hermano!- exclamó Rafa.
Corrí a la otra habitación, miré asustado a mi padre, miré sus ojos, parecía en serio confundido, tomó unos segundos afrontar la situación.
-Llama a tu abuela Rafa, que es urgente, que venga, y Luis, tú llama a una ambulancia.
Me costaba reaccionar bien a todo esto porque me tomó por sorpresa. Pensé ¿y si no contestan?... pero me dispuse a llamar:
-066, ¿cuál es su emergencia?
-Mi madre está embarazada va a tener a mi hermano.
Después de explicar un poco la situación de lo que sucedía, pedí una ambulancia. Cuando me dijeron que vendrían, me tranquilizó un poco.
Corrí con mi padre que se encontraba a unos metros de mí:
-Ya viene la ambulancia, me dijeron que vendrían pronto.
Mi padre me dijo:
-Bien, ya llegará, tu abuela nos ayudará con ello.
Unos minutos después llega mi abuela.
-Mi niño ya me dijo lo que sucede, diles que se vayan a su cuarto.
-Ya oíste Luis, ve con tu hermano y quédate en tu cuarto.
Me miró a los ojos y dijo:
-Estará todo bien.
Fui con mi hermano y nos quedamos en el cuarto, pero no me podía quedar quieto: me sentía frustrado, emocionado, con mucho miedo y angustia, me dieron ganas de vomitar, era horrible. Mi hermano intentó calmarme.
-Ya estará bien, mi abuela ha ayudado en partos así: ya ves, como el de mi tía China.
-...pero y si no, no, no, no sé lo que pasara, dijeron que vendrían, pero y si no.
Angustiado, no se distinguía mucho lo que yo decía. Miré a los ojos de mi hermano. Era casi como si él quisiera golpearme. Intenté calmarme para no hacerlo enojar.
Una vez más me encontraba en la litera sentado en la esquina. No podía pensar en nada más, cada minuto se me hacía eterno y me angustiaba más, mi mente se llenaba de ideas y me dolía la cabeza, sentía la garganta cerrada.
Pasaron muchos minutos, solo podía oír los quejidos de mi madre en el otro cuarto y palabras irreconocibles de mi padre.
Mi padre era recto y firme, con determinación en sus ojos. Un hombre con manchas en su cara que se enojaba fácilmente. Él sabía qué hacer.
Había pasado un tiempo... no tenía idea si iba a resultar bien. Los quejidos de mi madre me hundían más en la desesperación, quería salir de ahí al patio y que la lluvia silenciara el sonido, pero no me era posible, no me podía mover.
En ese momento por la ventana se vieron unas luces blancas con rojo, y un sonido que cada vez se hacía más fuerte. Mi hermano corrió afuera y yo grité a mi padre que había llegado la ambulancia. Vi a mi madre a la cara: se veía débil. Todo pasó tan rápido. Mi padre y mi abuela se fueron con ella.
A mí me carcomía la angustia... qué tal si todo no resultaba bien. Consideré ilógico que en ese estado se la llevaran. Mi hermano intentó tranquilizarme.
-No te preocupes, solo te harás daño.
Yo llorando solo pude decir "Sí".
No logré dormir esa noche. Al día siguiente mi padre llamó:
-Luis... -silencio de 2 segundos- tu madre ha muerto junto con tu hermano.
Mi hermano vino corriendo y preguntó qué sucedió. Le di el teléfono. En ese momento mi actitud cambió de estar frenético a no sentir nada. Solo miraba a mi hermano vomitar y sentía mucho frío. Después de esos 10 segundos, regresó todo de golpe. La sensación de debilidad en todo mi cuerpo, presión desde mi garganta, y solo podía llorar descontroladamente. De nuevo ahí estaba yo, sentado en la esquina de la litera, mi hermano llorando en la sala, y unas sábanas rojas en el otro cuarto.
Esto sucedió hace ya once años.
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