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El chofer y su cambio - Mauro V.
Clo 3:52:00 a. m. 0
Estaba iniciando mi vida laboral apenas algunos meses después que egresé del bachillerato, solo tenía 18 años (hace 5 años) así que no tenía ningún tipo de experiencia específica. Decidí trabajar en una franquicia de supermercados muy famosa en México. Este se encontraba cerca de la avenida costera Miguel Alemán, en Acapulco de Juárez, Guerrero. Para llegar a él, tenía dos vías de llegada, cada una en un distinto transporte público. Regularmente siempre escogía el turno matutino, porque me gustaba desocuparme temprano del trabajo.
Así fueron unos meses, mi entrada era a las 06:30 a.m., por lo tanto, yo me levantaba a las 04:30 a.m. para arreglarme y a las 05:30 a.m. tenía que estar arriba del transporte para llegar a tiempo al trabajo. Me gustaba mucho, siempre he sido muy madrugador ya que me gustaba tener la tarde libre porque en ese entonces me encantaba ir a correr a la playa.
La rutina que me había creado estaba muy bien, mi cuerpo se levantaba de forma automática; sabía a qué hora partía el camión, ya que vivía cerca del punto de partida; siempre era el primero en subir; conocía a todos mis compañeros laborales, e identificaba a la mayoría de las personas que iban a comprar al supermercado a la hora de apertura y ellos a mí.
Para llegar más rápido a mi trabajo había descubierto un atajo cortando camino por el Mercado Central de Acapulco. Pasar por ahí era muy seguro, la gente en Acapulco tiene la costumbre de ir muy temprano a comprar comida para su día.
En un día específico todo parecía normal, fui el primero en subirse al camión, tenía la costumbre de llevar monedas para darle exacto el costo de pasaje al chofer, pero esa vez no pude llevar así que le pagué con una billete de $50.00 pesos. (En la actualidad me reprocho por qué mi mente pensó que el chófer tendría cambio para regresarme si yo fui el primero en subirme y el pasaje costaba tan solo $6.00 pesos). Como él no tenía cambio, me dijo que no me lo daría hasta que me bajara. En el transcurso de la ruta solo se subieron unas seis personas, y cuando yo tenía que bajarme él me preguntó si podía esperar un poco más por el cambio. Como era temprano aún y ese camión pasaba de igual manera por mi trabajo, decidí quedarme, ya que pasaba por la costera y tenía ganas de escuchar el mar.
En algún punto de la costera todas las personas que estaban a bordo se bajaron. La mayoría trabajaba en la zona hotelera y tenían que tomar otro transporte, el cual pasó muy rápido en ese momento y dejó sola la calle. Yo estaba distraído viendo por la ventana el mar, hasta que noté que el chofer apagó el camión y cerró las dos puertas. En ese momento pensé mil cosas, pero la principal era que me iba a asaltar y que, como yo no llevaba nada de valor, se iba a enojar y me iba a golpear. Siempre he sido de complexión delgada, nunca he sido agresivo y no he tenido la necesidad de golpear a alguien, por lo tanto no supe cómo reaccionar. El chofer se me quedó mirando unos segundos que parecieron horas hasta que dijo: "¿Y cómo le hacemos?". Supuse que se refería al cambio en monedas que debía regresarme, pero su actitud era extraña. Yo, totalmente congelado, me quedé callado. Después él se paró y se fue a la parte de atrás del camión. Yo iba sentado al lado de la puerta principal, pero como aún era las 06:00 a.m. afuera estaba totalmente oscuro y, aunque nos habíamos detenido en la arteria principal de Acapulco, la calle estaba desértica.
Yo me preparaba para algún tipo de golpe que él me daría, pero cuando volteé mi rostro... el chofer tenía su pene afuera. Me dijo: "¿Por qué no vamos a la parte de atrás?". Yo seguía congelado de la impresión, solo me quedé callado. El chofer me jalonaba con fuerza, mas no pudo hacer nada, ya que ni siquiera pudo moverme un centímetro del lugar donde yo estaba sentado. Aunque ya estaba preparándome para dar un puñetazo o una patada, pasaron como dos minutos que para mí fueron eternos.
Cuando el chofer se hartó y vio que ya habían pasado otros transportes públicos, se sentó en su lugar y me dijo: "¿Así me vas a dejar?"; como si yo le hubiera insinuado algo. Después arrancó el camión y fue cuando reaccioné y le dije que me iba a bajar. Frenó, abrió la puerta y me salí corriendo hacia mi trabajo. Corrí como tres calles, aunque sabía que no me estaba persiguiendo. Mi cuerpo no dejó de correr. Después de eso, solo me cuestionaba el porqué a mí me pasó esa situación. Me sentía mal, me sentía asqueado y mareado.
Cuando llegué a mi trabajo vi la hora y aún era muy temprano, me sorprendí porque sentía que habían pasado unas horas de eso. Cuando una compañera me vio, me preguntó qué era lo que me pasaba, ya que según ella tenía mi rostro muy pálido y los ojos llorosos. Le comenté lo que me había pasado y me ayudó a tranquilizarme. En el transcurso de mi jornada laboral mantuve mi mente en el trabajo y eso me ayudó a olvidar lo sucedido, pero al final del día no tuve el valor de tomar la misma ruta y me fui caminando a mi casa, aunque estaba un poco lejos. Después de eso, cambié mi turno al vespertino para ya no tener más la necesidad de ir tan temprano en ese transporte público.
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